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alguna clase de reacción para escapar de la guerra de nervios que aquel planeta extraño desarrollaba contra ellos. Sabía que había algo en aquella jungla tan grande y tan malo que la mente humana probablemente era incapaz de captarlo. Muy hondo en sí mismo notaba que «eso» estaba allí. Era una clase de extraña, intuitiva percepción extrasensorial. Se preguntaba si esta armadura de guerra psicológica era algo propio de la Bestia. Era algo que no era, después de todo, tan terrible pero que emitía radiaciones de terror... Siguieron avanzando. Podía haberse formulado a sí mismo millares de preguntas irrespondibles. Podía haber especulado eternamente acerca de la identidad y verdadera naturaleza de la bestia y entonces, de súbito, hubo un chapotear que fue más fuerte y sonoro que el resto. Un chapotear que no estaba hecho por el agua púrpura de un arbolado púrpura en un pantano púrpura. Un definido movimiento de chapoteo que sólo podía proceder de alguna forma de vida extraña moviéndose por entre los árboles a través de los arbustos azules y rojos del cenagal. Hubo otro chapoteo y un sonido desgarrador, y arriba y delante de ellos, a la izquierda dentro de la bruma púrpura, vieron cómo un árbol quedaba arrancado de cuajo y caía en el pantano púrpura, donde desapareció como una ramita seca que cae en el centro de una hoguera de abrasadoras llamas... Otro crujido, otro sonido atorbellinado y luego un rugido. Un rugido como si un millar de huracanes fueran confinados en un pequeño recipiente. Un rugido como si todos los océanos del mundo azotaran a la vez el peñón de Gibraltar. Era el rugido de una cosa de tales proporciones que por comparación hacía triviales todas las demás formas de vida. Era esto la versión Sakalam 4 de King Kong o Godzilla5. Esto era vida extraña, roja en verdad y con zarpas. Mortíferas, peligrosa, marchando hacia ellos como una montaña viviente. 5 King Kong y Godzillla, montruos de ficción creados por la fértil imaginación de los escritores de novelas de terror. King Kong era un gorila gigantesco, de más de cincuenta metros de altura. (N. del T.) V - CONFLICTO La montaña de carne fue hacia ellos como una sinfonía tridimensional del Infierno, con sus escamas y zarpas y dientes, sus aletas y grandes, grandísimas placas de blindaje. Sus ojos eran enormes, saltones, como el ojo multifacetado de una mosca frutera, ampliado un millón de veces. Relucían y destellaban como el latón que ha sido hundido en un baño púrpura. La enorme cola, con un borde cortante como una perforadora de cemento, azotaba la jungla púrpura, lanzando por los aires árboles en todas direcciones. Rory O'Callaghan era duro, tenía que ser duro para llegar a ser capitán espacial. Creía en la lucha, pero sabía que acababa de tropezarse con algo contra lo que no podía combatir. Sweeney era cobarde. Sweeney corrió, gritando como un loco, adentrándose en el misterio púrpura de la jungla enigmática. Burt Donovan se llevó las manos a la cara como para borrar la visión espectral, y gritó, gritó hasta que perdió la voz. Phil Cookson tragó saliva y sus ojos se contrajeron hasta convertirse en dos puntitas de alfiler. Su mente brillante, tan equilibrada, tan serena como el cerebro más brillante de la mejor máquina de calcular, trabajaba febrilmente. Era un hombre casi desprovisto de emoción. Era pensamiento, en su sentido mejor y más profundo, Y pensar era tratar de encontrar una explicación racional para lo irracional. Un hombre que creía en explorar cada posibilidad mental estaba tratando de encontrar una razón para lo imposible. Les Garnett, el hombre de los músculos, parecía indicado para enfrentarse a situaciones como aquella. Su callada y tranquila confianza la confianza de un hombre entrenado en los combates le hizo descolgar el rifle y colocar la frecuencia supersónica del vibrador hasta el máximo, y apuntar a la pesadilla que se lanzaba sobre ellos. Lo hizo con la misma clase de defensa instintiva que obliga a un cisne a volar huyendo de lo que ha conturbado su nido. De haber sido un tipo más reflexivo, más introspectivo, menos una máquina eficiente de pelear, se habría dado cuenta de que el rifle de su mano tendría tanto efecto sobre el monstruo, como un cisne enfrentándose a una locomotora de un ferrocarril. Cecil Kroon era como un poseso. El maníaco de la religión pasaba frenético las páginas de su Biblia y gritaba acerca de la Gran Bestia y del día del Armagedon. Tiger Brooks permaneció plantado con aire resuelto, sin saber qué hacer. Conocía la ingeniería. Cosas que hacían a King Kong parecerse a un minúsculo chimpancé, quedaban fuera de su territorio de conocimientos. Terry Land el atento y frenético bioquímico, trataba de sopesar el metabolismo de la cosa. Lo hacía muy serio, con aplicación. Lo miraba como algo que no amenazase su propia e inmediata extinción, sino como un problema de biología. Cada libro de texto que había leído en sus años de enseñanza en aquel campo soberbiamente técnico le decía que aquella cosa no tenía derecho a existir. Pero existía, estaba allí. ¿Podría encontrarse alguna explicación? ¿Podría haber alguna explicación para algo en este planeta de locura de Sakalam 4? Stumpy Gallows era demasiado viejo y cínico para sorprenderse de algo. El sombrío veterano del espacio miró aquella cosa horrenda, la montaña viviente, como si fuese un gigantesco lienzo de Picasso encarnado en vida y dejó que sus dientes rechinaran instintivamente.
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Cytat |
Dobre pomysły nie mają przeszłości, mają tylko przyszłość. Robert Mallet De minimis - o najmniejszych rzeczach. Dobroć jest ważniejsza niż mądrość, a uznanie tej prawdy to pierwszy krok do mądrości. Theodore Isaac Rubin Dobro to tylko to, co szlachetne, zło to tylko to, co haniebne. Dla człowieka nie tylko świat otaczający jest zagadką; jest on nią sam dla siebie. I z obu tajemnic bardziej dręczącą wydaje się ta druga. Antoni Kępiński (1918-1972)
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