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con la hegemonía de los reyes aquilonios. En el norte había pugnas incesantes en la frontera Cimmeria, entre los guerreros de oscura cabellera y los hombres de Nordheim, así como entre los aesires y los vanires. Los primeros invadieron Hiperbórea y adelantaron su frontera, después de destruir una ciudad tras otra. Los cimmerios también combatieron a los pictos y a los bosonios, y en ocasiones realizaron ataques contra la misma Aquilonia, si bien se trataba de meras incursiones de saqueo más que de verdaderas invasiones. A todo esto, los pictos crecían asombrosamente en número y poderío. Por un extraño capricho de la suerte, se debió a los esfuerzos de un extranjero, de un hombre no picto, el que estos bárbaros llegasen a crear un imperio. Ese hombre era Arus, sacerdote nemedio y reformador nato. No se sabe con certeza qué fue lo que le hizo inclinarse en favor de los pictos, pero así es la historia. Lo cierto es que decidió trasladarse a las tierras salvajes del Occidente para cambiar las rudas costumbres de los paganos y convertirlos al apacible culto de Mitra. No le arredraron los sombríos relatos de lo que había ocurrido con otros mercaderes y exploradores. Por ese extraño designio de la providencia, se adentró solo y sin armas entre el pueblo que buscaba, y éste no le dio muerte. Los pictos se habían beneficiado sin duda alguna del contacto de la civilización hiboria, pero, a pesar de ello, siempre se resistieron con fiereza a tales relaciones. Como consecuencia de aquellos contactos, aprendieron a trabajar rudimentariamente el cobre y el estaño, que se encontraban en su país en escasas proporciones, por lo que más tarde hicieron incursiones en Zingara para procurárselo, o los cambiaron por pieles, dientes de morsa y otros objetos que poseen los salvajes para traficar. Ya habían dejado de habitar en cuevas o en chozas de ramas, y moraban en tiendas hechas de pieles o en rústicas cabañas similares a las de los bosonios. Seguían viviendo principalmente de la caza, ya que sus tierras abundaban en animales salvajes de todas clases, y en 97 los ríos y mares que bañaban sus costas había mucha pesca; pero también habían aprendido a cultivar cereales, si bien lo hacían de forma rudimentaria y preferían arrebatárselos a sus vecinos: los bosonios y los zingarios. Se agrupaban en clanes o en grupos de tribus que por lo general luchaban entre ellos. Sus primitivas costumbres, basadas en la violencia y en el derramamiento de sangre, resultaban repulsivas para hombres civilizados como Arus de Nemedia. No tenían contactos directos con los hiborios, ya que los bosonios se interponían entre ambos. Arus, sin embargo, aseguraba que los pictos eran capaces de progresar, y los acontecimientos demostraron la verdad de su afirmación, si bien no de la manera que él pensaba. Arus tuvo la suerte de haber dado con un jefe con más luces que las habituales entre los pictos. Se llamaba Gorm, y no se lo podía calificar con precisión, del mismo modo que no se puede calificar a Genghis Khan, Atila o cualquiera de los jefes bárbaros que, a pesar de haber nacido entre gentes carentes de toda cultura, poseyeron el instinto de la conquista y supieron formar grandes imperios. En una especie de bosonio rudimentario, el sacerdote le hizo saber al jefe el propósito que lo animaba, y, aunque evidentemente extrañado, Gorm le permitió a Arus que permaneciese en su tribu y no lo mató, caso único en la historia de esa raza. Una vez que Arus hubo aprendido la lengua picta, el sacerdote se aplicó a la tarea de cambiar las costumbres más desagradables de los pictos, tales como los sacrificios humanos, las sangrientas luchas intestinas y el rito de quemar vivos a los prisioneros. Sermoneó largamente a Gorm acerca de las buenas costumbres, y encontró en él a un interlocutor responsable, e interesado en lo que le decía. La imaginación nos permite reconstruir la escena y ver al jefe de pelo negro vestido con pieles, con un collar de dientes humanos en torno al cuello, sentado en cuclillas sobre el sucio suelo de la choza de ramas, oyendo con atención el elocuente sacerdote, que tal vez estaba sentado en un bloque de madera tallada puesto allí en su honor. Arus debía vestir las ropas de seda de los oficiantes nemedios, y haría expresivos movimientos con sus manos
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Cytat |
Dobre pomysły nie mają przeszłości, mają tylko przyszłość. Robert Mallet De minimis - o najmniejszych rzeczach. Dobroć jest ważniejsza niż mądrość, a uznanie tej prawdy to pierwszy krok do mądrości. Theodore Isaac Rubin Dobro to tylko to, co szlachetne, zło to tylko to, co haniebne. Dla człowieka nie tylko świat otaczający jest zagadką; jest on nią sam dla siebie. I z obu tajemnic bardziej dręczącą wydaje się ta druga. Antoni Kępiński (1918-1972)
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